New wave o la forma en que todo cambio.



New wave o la forma en que todo cambio es un fragmento de mi proyecto de novela, con contenido actualizado

El olor a comino, canela y café navega por el aire, hasta aclararse en las papilas gustativas hasta sofocar cualquier otro aroma. El piso de madera rechina un poco bajo su suela. Al fondo, se ve una ventana con mosquitero y cortinas  que van de piso a techo color guinda, a su lado derecho hay una silla que está cerca del tocador; robusto hecho en madera maciza.
Se quita el bolso bandolera para colocarlo en el asiento, continua recorriendo con la mirada la habitación. Al centro de la habitación, delante del baúl la alfombra es afelpada de color beige, encima de la cama hay  un edredón liviano de color blanco que tiene un par de almohadas blancas con un grabado en lavanda que se asemeja a un trazo sutil  hecho  a mano. Apoyado en la cama se quita uno de los zapatos, lo deja en el piso,    se recuesta, al tiempo que se quita el calzado empujándolo hacia afuera a la altura del  tobillo con el dedo pulgar, extiende los brazos y las piernas, siente como avanza el sopor de la noche. 
Cierra los ojos por un momento en medio de esta dualidad de emociones, la luz se desvanece completamente, siente como se desdoblan sus preocupaciones, cambian de forma, se extienden hasta sus extremidades. En sus manos cambian de consistencia, entran por sus venas, siente su viscosidad entre los dedos. Se detienen al percibir el silencio en el marco de la puerta, entra a la habitación, conforme se acerca opaca los sonidos hasta enguirlos. Al estar  tan próximo a él, detona  el movimiento en sus manos y la abrupta caída de estas sobre sus piernas, el golpe en el edredón crea ondas que se apagan tan pronto aparecieron. En sus piernas la temperatura aumenta  y el índice de humedad, crece con esta última. En el pecho aumenta la densidad del aire, la fricción entre  las partículas  produce  calor, este convierte en una espesa capa que emana de sus fosas nasales, al llegar al exterior se expande; como un cumulo de mariposas variables, que se tallan y reconfiguran en la densa obsidiana, están prestas estas nuevas prisioneras a matar los toques de blanda luz. De las alas calientes emana el fuego negro, devorador de sueños y deseos, protector del silencio, bajo su ala, un nuevo olor avanza hasta impactarse cavernosamente contra la superficie de su cuerpo, abre los ojos sin reflejos. Un espeso mareo le distorsiona la realidad. Siente el toque de unos finos cabellos sobre el rostro, una y otra vez, lo recorren hasta saciase. En el tórax le germinan unos labios con nombre propio, le recorren el pecho, en un impulso de vida, surge de ellos aire caliente que le rosa la piel, hasta ahora se da cuenta que los cabellos acompañan el aire caliente en su recorrido. 
Observa sin ver, no distingue colores, ni formas en el negro fulgor de esta noche,  cierra los ojos, impaciente busca mover su cuerpo sin brillo. Reacciona asustado al ver que su cuerpo no responde, gritar sin levantar la voz; el sonido no se emite de su boca, siente calor en algunos puntos del cuerpo, un liquido espeso brota de ellos, siente el dolor de los cortes de una fría navaja, -detente, detente, detente, por favor, eres muy cruel, por favor detente-  escucha estas palabras resonar en su cabeza. Con el dolor a flor de piel, pierde los deseos de abrir los ojos -¿Por qué estas asustado? ¿Qué dolor sientes?- Le pregunta una voz que raya entre melódica y perversa- Solo es una rosa sangrienta- se humedece su cuerpo entre la sangre seca y los labios carnosos, el aire se expande en algo mas grande, se deja abrazar en el más cercano gesto humano, sin más explicación sabe que ahora transcurre el viaje. 
Crecen los segundos,  respira el momento, su corazón se aclimata, abre los ojos sin medir la distancia entre sus secretos y las memorias que se pierden en el borde de sus deseos, respira la vida, se consume en el momento de  ángel caído, reza a los cuerpos celestes, baja al mundo en una creciente supernova, escondido entre millones de ideas entre neuronas, espera firme, en la idea de que todo lo que muere alguna vez nació. Se roban el brillo la vida entre las sombras, se miran a los ojos –eres un ángel en el que quiero creer- resuena en su mente- tus lagrimas son hermosas como el jade- siente como rueda su cuerpo fuera del suyo, cambian de consistencia para  escurrir por los costados de la cama, como una mentira  bajo la oscuridad, siente un golpe en la mano, la hace retroceder, este cuerpo tiene su propio peso y consistencia,  siente como se reanuda entre los dedos el aleteo, en el que trascurre el viaje –eres tu-.

Camina por el pasillo apoyándose en los muros, esquivando la banca de madera continua su andar, llega a la esquina, Buscando fuerzas bajo su ropa. Observa al otro extremo del patio central, una mesa oblonga, en ella ve a quienes se hallaban en el patio central. Al centro Mauricio, frente a él Charlie, pero esta vez están acompañados de unas señoras, probablemente sus respectivas esposas, distingue a los comensales, uno a uno los va reconociendo, trata de saber si está acompañado o solo, así como su posición en el patio minutos atrás. Algunos jóvenes y señoritas se hayan entre ellos y el extremo de la mesa en el que se encuentra Andrés. Las facciones en su rostro, se suavizan en torno a sus ojos tranquilos, llenos de una súbita melancolía, su cabello corto y casi grisáceo hace que la percepción de edad aumente, su playera blanca de nine inch nails, brilla por el toque amarillo de las luces del patio.
A su lado se ha sentado Gastón, con el cabello quebrado y rubio que se levanta aquí y allá. Bajo la sombra de la barba, su rostro duro le provee un aire altivo, la camisa a cuadros gris esta arremangada hasta la altura de los codos.
-Joven, lo están esperando- dice una señora entrada en años.
-Gracias- se despega de la pared y se acerca lentamente tratando de ubicar a Nayeli.
Ella se levanta al verlo, a su lado hay un lugar vacio.
-Ya te lavaste las manos- pregunta al tiempo que sus palabras se opacan entre los sonidos vivaces de la cena.
-Si
Espera a que él le acomode la silla para sentarse nuevamente, toma asiento dando briquitos con la silla para no arrastrarla por la superficie de madera, causa la risa de un niño sentado a su lado. Le Sonríe, le regresa una sonrisa chimuela.
-Soy Xavier.
-Me llamo Alex, ¿te dejo dinero el ratón de los dientes?
-Sí, mucho.
-¿te lo has gastado?
-Aun no se en que lo gastare, quizá videojuegos, Grand Theft Auto: Vice City o Halo
-¡Xavier! deja de interrumpir a Alejandro que no ha comido.
-si Papá.-dice al niño mientras regresa a probar bocado.
En los platos está servido conejo asado con papas y hierbas finas, delante, las copas de vino no se hacen esperar delante de cada comensal, en medio de la mesa hay refrescos de cola, cubetas de metal con hielos que terminan de adornar la mesa. Por momentos veo entran y salir de la cocina las señoras con bollos, papas o conejo para rellenar los platos de los comensales. Las bromas vuelan por el aire, estallan las risas como un huracán, Xavi ríe chimuelo con algo de comida que le sale de éntrelos dientes, Mauricio se dobla de la risa, Charly ríe sonoramente moviendo rítmicamente el abdomen, Nayeli casi se ahoga en medio del huracán, le alcanzo la servilleta, mientras no puede contenerse, tose y ríe en cuanto puede respirar, se arquea y una diminuta gota de vino cae en la servilleta de tela.
-Estoy bien, gracias- dice colorada del rostro.
Al notar el hecho las risas que se venían apaciguando surgen vehementes, de entre ellas se asoma una niña con risa de cacatúa que enseguida se transforma en una fuente.

La alegría en los rostros es algo que no se puede disimular en el aire cálido de la noche y la compañía, la combinación hace que el corazón de Alex se regocije, sus dedos buscan sobre la mesa la mano de Nayeli, estas se entrelazan, ahora, radiantes sus miradas, saben que lo mejor está por llegar.

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