Ensayo sobre la memoria.

El sol lentamente anuncia el inicio cuando se filtra por la ventana, el habitual amarillo adquiere una mayor saturación, cambia de intensidad y se siente más temerario al llegar a rincones excesivamente inhóspitos de la habitación.

La delicada silueta del monte toma consistencia y textura, con discreción las tonalidades verde agua emergen y acaparan los reflejos de la habitación, en el techo, las vetas de la madera gritan de calor. En su ausencia, casi inocente los ojos de madera nos muestran nuevos caminos, que se cuentan en pares o en solitario como pretexto ascendente. Oh! aves que emergen, cambian y giran por los estantes y paredes, no obren de buen modo que nuestra vergüenza causa asombro.

Cansados mis parpados guían mi mirada en una espiral sin sentido, casi negra. Mi cuerpo como fiel peregrino consecuente a su pastor, desciende y se amodorra. La cálida mano estimula los poros de la mía, en nocturna ausencia mis ávidos dedos emprenden la inexorable búsqueda de fuente de aguas matinales, quizá beban de ella y derramen por su trayecto el roció para nuevas aves del paraíso o acaso rieguen floridos pabellones en las intermitencias. 

Con breves espasmos se estremecen mis recovecos se incineran mis deseos y en un acto asfixiante mis pulmones se contraen al borde del colapso por el alarido silente de mis ojos al verse presa de los Avellanados fanales, el miedo iridiscente a los ojos de la melancolía se esparce por el aire y nos recuerda una promesa nunca más olvidada, siempre presente como objeto de los anhelos, en un mar de in-pertenencias.

 

Como un rumor, oigo en la almohada el latido de mi propio corazón.


Dejo de contar las lunas, levanto mi perfil y reconozco el silencio, con paciencia siento las hermosas plumas, que llevan su canción con la primera estrella al amanecer. Remota y distante te siento mientras enredo los hechos con el signo de premonición en tus calles, avenidas, plazas y carreteras. 

Siento distante tu ardiente pecho, mientras distiendes dedos filigrana y tersos brazos. Tu cantante aroma sigo a través de la habitación, recorro la cortina (mi alma pide mas) mi mano le persigna,  abre la ventana para darle libertad. Cierro la ventana, giro el cuerpo e inclino la cabeza buscando tus cabellos, reconozco la naciente espalda tras la sinuosa cordillera,  nombro los colores que te componen mientras nuestros músculos se unen.

Un  prolongado beso en la base de tu cuello, sirve de entrada a la tierra que tiembla.  

Comentarios

yelitza dijo…
amo tu manera de escribir.
Mariana dijo…
este me encanta!!! :) afortunada la que viviera eso con tigo ;)

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